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Un vistazo al porvenir.
Por Ana Paula
Kiyama Torres.
Salón 1202.
Me encuentro fuera del edificio más feo que he visto, es de unos 8 pisos y
la mayoría de las ventanas tienen el cristal roto. Me quedo parada por lo que
parece horas, pues intento decidir si es una buena idea entrar a este edificio.
¿Cuál es el propósito de entrar a este edificio? Ninguno, solamente me intriga
saber qué cosa pudiera haber adentro. Respiro hondo y sostengo mi bolso al
dirigirme hacia la puerta principal del edificio. Camino despacio con miedo de
que en cualquier momento el piso se desvanezca frente a mí. Me dirijo a las
escaleras al ver que no se encuentra nada en la planta baja más que papeles y
polvo. Con cautela subo los escalones, con miedo de que en cualquier momento
algo caiga sobre mí. El edificio huele a libro viejo con polvo, estornudo de en
vez en cuando por la cantidad extrema de polvo. En los siguientes 3 pisos no
hay nada más que papeles y cristales rotos. Subo al quinto piso y me encuentro
con una oficina en perfectas condiciones, lo único es que están repletas de
polvo, abro las cajoneras de los muebles y busco cualquier cosa que sea
interesante, algo que explique porque este edificio está abandonado. No
encuentro nada, subo hasta el octavo piso, solamente hay una puerta frente a
las escaleras. Abro la puerta con delicadeza. Entro a la habitación y en ella
encuentro solamente un objeto en la orilla de esta. He visto objetos como ese,
pero por una extraña sensación comprendo que no es un espejo ordinario. Doy
pasos pequeños encaminándome hacia el espejo, con cada paso mi respiración se
acelera un poco más. Me detengo justo enfrente de él y respiro. Me sorprendo
instantáneamente al no encontrar mi reflejo frente a mí, sino una pequeña
imagen de una sala. Inmediatamente camino detrás del espejo para ver si
solamente era un vidrio o si en realidad era un marco de una puerta. Resultó ser un espejo. Respiro hondo y espero por lo que parecen años hasta que decido
tocarlo. Me asombro al ver que mi dedo ha traspasado el vidrio y ahora se
encuentra del otro lado del supuesto reflejo. Sin pensarlo retiro rápidamente
el dedo del vidrio y doy unos cuantos pasos atrás. Doy pasos alrededor del
cuarto tratando de idear una explicación a lo sucedido enfrente de mí. Pienso
en cualquier posible respuesta, aunque suene fantasiosa o ridícula, que pueda explicar
lo sucedido. – ¿Un portal? - Me pregunto a mi misma en voz alta. –Imposible,
¿un portal a dónde? – me quedo pensando, ideando una respuesta. Intento que la
necesidad de conocer la magia detrás de ese espejo no me consuma. Pero es
inútil, al momento estoy caminando al espejo y mi mano completa traspasa el
vidrio. Casi al momento siento el cambio repentino de temperatura en mi mano y
en lo que parece un segundo traspaso todo el cristal y ahora me encuentro del
otro lado del espejo.
Respiro hondo al ver
lo que me rodeaba, veo a mi espalda y encuentro el mismo espejo pero ahora con
una pequeña imagen del cuarto vacio en el cual estaba hace unos segundos.
Camino inseguramente alrededor de la sala, veo los sillones y la decoración más
bonita que puedo imaginar. Me quedo callada tratando de escuchar si hay alguien
en la casa, imaginándome que pudiera pasar si alguien me encuentra aquí. Me
pincho un brazo para ver si estoy soñando, pues acabo de atravesar en un espejo
como si fuera un ropero a Narnia.
Sin pensar empiezo a caminar alrededor de
toda la casa. A cada cuarto que entro puedo ver que la casa es de un gran
tamaño. Camino por la sala, por la cocina, por el comedor y hasta por puerta
que da al patio. Me encuentro enfrente de un corredor con una pared cubierta de
marcos de colores mates oscuros. Cada marco contiene fotos e imágenes de gente
que me es tan familiar. Me quedo paralizada al realizar que esas imágenes son
de mi familia, de mis padres, de mi hermana, de mis abuelos, mis tíos y mis
primos, pero todos parecen tener unos cuantos años de más. Sigo caminando y me
encuentro con imágenes de niños y bebés de los cuales no puedo reconocer a
ninguno. Camino hasta el centro de la pared para encontrar un marco de color
negro con una simple imagen de una boda. Me acerco a verla detenidamente y me
veo a mí. Me veo a mí con unos 16 años más y un vestido blanco, a lado mío esta
un hombre guapo y alto, utiliza traje y moño. En la esquina de la foto mis
preguntas son contestadas con la frase que lleva la foto: ‘Ceremonia de
matrimonio’. Confundida de pensar que esa haya sido mi boda, me pregunto qué
tipo de magia utiliza ese espejo, -¿a caso he estado en lo correcto y si es un
portal?- Sonrío al pensar que es posible que este espejo me haya traído a mi
futuro.
Volteo al instante a las fotos
de los niños y sin duda digo que deben ser mis futuros hijos. Una foto en un
marco color vino tiene a tres niños, un niño con una camisa con el nombre
‘Roberto’, dos niñas cada una con una blusa con diferentes nombres ‘Emilia’ y
‘Emma’. Y sin menor duda se, que estos niños son mis futuros hijos por el
simple nombre, pues han sido los nombres que he decidido toda mi vida para mis
hijos. Me limpio las lágrimas que se deprenden de mis ojos. Camino lentamente,
tratando de asimilar todas las imágenes de mis futuros hijos. Entro a un cuarto
que está rodeado de estanques repleto de libros por todos lados. En los
espacios vacios hay cuadros con reconocimientos colgando en marcos. Toco con la
simple yema de mis dedos las pastas de los libros que están a mi alcance.
Reconozco uno que otro título de libro y los otros son irreconocibles para mí.
Me detengo en cada marco con un reconocimiento para leerlos: ‘Reconocimiento
por excelencia’, ‘Reconocimiento por servicio social’, ‘Reconocimiento por
liderazgo’, entre otros. Sonrío al ver mi nombre en todos. Me detengo junto a
un taburete con 4 libros colocados elegantemente. Los cuatro libros contienen
mi nombre, donde generalmente va el autor. Abro con delicadeza cada uno para ver
su contenido. Leo los títulos y solamente uno me es similar, pues es un libro
que he estado escribiendo en mi cuaderno de piel que está en el pupitre de mi
habitación, ‘La teoría de la fecha de caducidad’. No hay palabras para
describir como me siento sosteniendo esta inútil y pequeña obra sin terminar,
completa e impresa en mis manos. Con
delicadeza abro la contraportada y leo la sección nombrada como:
‘Conoce a la autora’
“Nacida en México, a los 19 años decide mudarse a
Londres, Inglaterra para fulminar sus sueños y persuadir su carrera en Ciencias
de la Comunicación y Turismo. Cuenta con una cantidad de 13 fundaciones, las
cuales ayudan desde niños con labio leporino y paladar hendido hasta animales.
No solamente es Licenciada en Ciencias de la Comunicación y Turismo si no
también cuenta con un doctorado en Filosofía y letras, el cual ha utilizado
para escribir sus cuatro libros, los cuales son conocidos mundialmente por ser
muy vendidos alrededor del mundo. Escribir no es lo único que hace ella, pues
además de tener fundaciones y libros ella y su esposo cuentan con una cadena de
hoteles conocida y ubicada en los 7 continentes, con más de 13,000 franquicias
en todo el mundo. Y todavía le queda tiempo para ser madre de tres increíbles
hijos. “
Me quedo completamente paralizada, sin poder hacer nada más que respirar
involuntariamente. Suelto una pequeña risa al ver esta descripción de mi futuro
y no poder imaginar que haya logrado mucho de lo que quería cumplir antes de
morir. Con el mismo libro “La teoría de la fecha de caducidad” abro los agradecimientos y leo en
voz alta.
“Normalmente cuento con muchas personas para agradecer en
mis libros, agradezco a mi esposo, a mis hijos, a mi familia, a mis padres, a
mis amigos, a desconocidos que alguna vez me dijeron una anécdota o una frase
que cambio mi perspectiva sobre algo. Pero en este libro en específico
solamente tengo una persona a la cual quiero agradecer. Y no es porque las
otras no me ayudaron. Claro que me ayudaron, pues estuvieron ahí en los
momentos de estrés al no saber que
agregarle o como llamar a un personaje. Muchas personas me ayudaron a
crear este libro, y obviamente estoy sumamente agradecida hacia ellos, pero
este libro va solamente para una persona. Esa persona es la razón de que existe
tal libro, es mi ‘musa’ en pocas palabras. El es el hombre que fue mi mejor
amigo por un tiempo tan corto pero muy largo. Lamentablemente como el libro no
terminamos juntos, pero no terminamos mal. Le quiero agradecer porque por mucho
tiempo sufrí por él y pensé que jamás volvería a ser igual. Pero fue por el que
me convertí en una mujer fuerte, independiente, libre y segura de sí misma. Es
por el por la razón que escribo libros, pues era él el que creía en mi en los
momentos difíciles cuando nadie más lo hacía. Era él, el que me inspiraba a
escribir todos los días. A él le debo toda mi dedicación de escribir, pues él
nunca dejó de creer en mí. Gracias por creer en mí cuando nadie nunca creyó, ni
siquiera yo.”
Sonrió como una tonta, pues no hubiera escrito los agradecimientos de otra
manera. Continuo viendo los estanques de libros, los marcos con
reconocimientos, y entre los libros uno que otro premio de literatura o
periodismo. Y veo en esta misma habitación todo lo material que quise desde
chiquita. Una habitación llena de libros y memorias mías plasmadas e impresas
en un libro. No emito ningún sonido,
pues me he quedado perpleja ante todo esto. Me pincho el brazo para asegurarme
de que nada es un sueño. Después de asegurar que no lo es me quedo de pie en la
habitación viendo con detalle cada cosa a mi alrededor. Camino hacia la puerta
y la cierro al salir.
Cuidadosamente subo los escalones. Me encuentro con
cuatro cuartos justo enfrente de mí. Paso la sala de televisión y camino a un
cuarto lleno de carritos y pistas de carreras. Sin duda alguna es que este es
el cuarto de mi futuro hijo, que al parecer en este, entonces solamente tiene
unos cinco años. Toco las sábanas con delicadeza imaginando como ha de ser la
despedida todas las noches. Gritando quién ama más a quién y hasta dónde.
Decidiendo que cuento para dormir contaré o qué historia narraré. Camino fuera
del cuarto a un cuarto lleno de colores, en forma de un castillo, con velos y
luces colgando por todos lados. El cuarto tiene dos camitas para niñas de tres
años. Sonrío al ver todos los dibujos pegados en la pared por mis futuras
hijas. En la mayoría hay mariposas y perros, pero hay una colgada en medio de
las dos pequeñas camas, un retrato de mi futura familia. Un papá, una mamá, un
hijo, dos hijas y un perro. Justo enfrente de mí el mejor dibujo.
Salgo de la
habitación con una sonrisa plasmada en mi cara. Camino hacia el cuarto que supongo
es de mi futuro esposo y mío. En la repisa del lado derecho de la cama
encuentro algo mejor que un premio, mucho mejor que un reconocimiento con tu
nombre, mucho mejor que un libro que es el mejor vendido y por supuesto mucho
mejor que cualquier cosa material. Es un dibujo, un retrato mío, con una frase
escrita con la letra más bonita del mundo. ‘Esto no
será un premio como los de tu habitación de libros, pero tú eres mi premio.’ Sonrío y lloro desesperadamente a un dibujo que para muchos sería una nada,
pero para mí es mi propósito de vida. Pues toda mi vida he soñado con ser madre
y poder hacer sonreír a alguien tan inocente y poder darles lo mejor del mundo.
Poder darle todo mi amor y mi cariño a un ser que me vea como su mamá y me ame
con todo su ser. Mi propósito siempre ha sido ser más que una madre, ser un
ejemplo y una gran maestra para mis hijos y también una gran alumna, pues ellos
van a enseñarme todas las cosas que me faltan por conocer.
Camino con los ojos
hechos agua hacia el balcón del cuarto para ver una imagen tan hermosa frente a
mí. Una familia de 5 jugando en la playa construyendo castillos de arena y jugando en el agua. Con solo ver a la pareja
puedes decir que están completamente enamorados. La dulzura en los ojos del
hombre te consume y te hace sonreír. Pues ve a la mujer frente a ella con tanto
amor, al igual que los hijos jugando en la arena. Ella voltea a verlo y al
instante veo mi perfil en su cara. Y sonrío al ver mi futuro y mi propósito de
vida ante mis ojos. Mi rostro se llena de lágrimas mientras veo la felicidad
que transmite mi futura yo, las seco mientras me adentro de nuevo a la
habitación.
Bajo despacio las escaleras, tocando con mis dedos las paredes,
tratando de recordar los hermosos colores para cuando este sea mi presente que
sea exactamente igual. Camino al espejo y lo traspaso sin pensar, ansiosa por
poder ver todo mi futuro construirse ante mis ojos, de poder vivir la emoción
del embarazo y de las risas que puedan traer los niños hacia mí. Después de
salir del espejo a la habitación vacía bajo las escaleras con mucho cuidado, no
por el mismo miedo de que el piso colapsara si no por la sensación de estar soñado.
Al estar en la planta baja camino a mi carro con una sensación que me consume
de pies a cabeza, llenando todo cuerpo de completo calor y una sensación que la
denomino como alivio. Creo que todos vivimos con el miedo de no conseguir todo
lo que aspiramos en la vida, pues nada es seguro en ella. Es claro que he visto
mi futuro, pero eso no quiere decir que es algo que es seguro que pase. Pues yo
soy la que tiene que hacer que pase, soy yo la que tiene que poner el empeño
para obtener todo lo que siempre quiero, para obtener todo lo que se encuentra
en aquel espejo. Me adentro al auto y me dirijo a mi casa. Con una gran
esperanza y felicidad, de que cumpliré mi propósito de vida, el cual es amar,
proteger, cuidar, enseñar, valorar y ver crecer a un ser tan pequeño y tan
precioso. Feliz conduzco por la ciudad sabiendo que he podido dar un vistazo a
mi porvenir y que es más de lo que jamás pudiera imaginar.